Monday, June 09, 2008

Serie Filosofia y Violencia. Socialismo Utopico


Reformismo sin violencia: el socialismo utópico

Las Revoluciones Francesa y Americana trajeron consigo un cambio sustancial en la mentalidad del hombre europeo, quien desde entonces tomó conciencia de la importancia de las grandes transformaciones sociales. El reformismo social con fines igualitarios devino así imperativo en una época convulsionada que anhelaba encontrar un nuevo equilibrio institucional y político. En este contexto, el socialismo utópico, en sus diversas corrientes, constituyó un movimiento de crítica de la injusticia del orden existente que buscaba subvertir el histórico sometimiento de la mayoría trabajadora por parte de una minoría parasitaria a partir de una “teoría política y económica que combinaba el conocimiento de la realidad con la pragmática de su transformación”1 No obstante las diferencias evidentes entre autores como Saint Simon, Fourier y Owen, es posible identificar un conjunto de rasgos comunes a sus teorías. En primer lugar, la presencia de una base humanista que rescataba valores como el individualismo, la igualdad y la libertad y que componía el sustrato mismo de la fe en el progreso social. Por otro lado, la creencia en el poder persuasivo de las ideas y su capacidad para agenciar cambios sociales radicales en un proceso gradual y pacífico. Tercero, la formulación de modelos sociales ideales en cuyo seno se superaría toda forma de injusticia y dominación: la sociedad de los industriales (Saint Simon), las falanges (Fourier), las cooperativas (Owen).

Si bien la denominación de socialismo utópico corresponde a una diferenciación posterior operada por Marx que buscaba distinguirlo del socialismo científico, parece existir un punto real de coincidencia con tal sustantivo, relacionado con la aparente irrealizabilidad de sus propuestas. Así, en el Manifiesto Comunista, Marx reconoce la inmadurez del proletariado en tiempos del socialismo utópico y la consecuente ausencia de las condiciones materiales para su emancipación:

Cierto es que los autores de estos sistemas penetran ya en los antagonismos de las clases y en la acción de los elementos disolventes que germinan en el seno de la propiedad gobernante. Pero no aciertan todavía en ver en el proletariado una acción histórica independiente, un movimiento político propio y particular.

Y, como el antagonismo de clases se desarrolla siempre a la par con la industria, se encuentran con que les faltan las condiciones materiales para la emancipación del proletariado y quieren crearlas mediante una ciencia social y a fuerza de leyes sociales.
Estos autores pretenden suplantar la acción social por su acción personal especulativa, las condiciones históricas de la emancipación por condiciones quiméricas, la gradual organización del proletariado como clase por una organización de la sociedad inventada a su antojo (…) Por eso rechazan todo lo que sea acción política, y muy principalmente, la acción revolucionaria; quieren realizar sus aspiraciones por la vía pacífica, e intentan a abrir paso al nuevo evangelio social, predicando con el ejemplo, por medio de pequeños experimentos que, naturalmente, les fallan siempre.2

El carácter quimérico de los planteos utopistas parece provenir no tanto de la implausibilidad de sus objetivos como de la inoperatividad de los medios empleados y lo prematuro del momento histórico. Las tres grandes utopías confiaban en la posibilidad de crear dentro de la sociedad existente pequeñas unidades celulares que se multiplicarían paulatinamente y terminarían modificando al organismo social sin necesidad de apelar a la violencia y la autoridad. La idea de que el cambio en estas sociedades provendría de sus propias estructuras de una forma armoniosa y consensuada y no por la destrucción exterior y global de la estructura presente es la principal crítica esgrimida por aquellos que, como Marx, ven en el socialismo primitivo un optimismo excesivo en el asentimiento de las voluntades.

Ya en El Dieciocho Brumario, Marx acusa a algunos sectores de la clase obrera de “entregarse a experimentos doctrinarios, bancos de trueque y asociaciones obreras” y desalienta a la participación en un movimiento “que renuncia a subvertir el antiguo mundo con sus propios y poderosos medios totales [y] antes bien, trata de lograr su redención a espaldas de la sociedad, de modo privado dentro de su limitadas condiciones de existencia, y que tendrá que fracasar necesariamente”.3 Más adelante Engels ratificará el paso de un socialismo utópico a uno científico mostrando las dificultades del primero para explicar y comprender las leyes objetivas del desarrollo histórico y sus soluciones al no tener real cuenta de las relaciones de dominación.4 Desde esta perspectiva, si bien los utópicos juegan un papel importante en la denuncia de las desigualdades de la época, no logran un total desenmascaramiento de la sociedad capitalista al no percibir las contradicciones entre capital y trabajo en su real dimensión. Del mismo modo, tras la negación del papel de la violencia revolucionaria de las masas desposeídas (quizás por experimentar con desagrado la dictadura jacobina en Francia), el socialismo utópico quedó preso de las relaciones de dominación existentes.