Monday, June 09, 2008

Serie Filosofia y Violencia. Marx (Parte I)


Violencia y Revolución en Marx

Marx identifica cuatro momentos o manifestaciones de la violencia en la sociedad capitalista, todos inscritos en la dialéctica opresión- liberación. La violencia opresora tendría como expresión inicial el proceso de alienación económica que supone la separación, por la fuerza, entre los trabajadores y los medios de producción. Esta a su vez requeriría un segundo tipo de violencia, la del aparato jurídico-político (Estado), que tiene como funciones fundamentales el control por vía coactiva de los posibles desbordes de las clases subordinadas, o la represión violenta si se hacen efectivos. Por su parte, la violencia liberadora o revolucionaria opera como el medio mediante el cual las clases subordinadas, pueden revertir la situación de despojo económico y dominación ideológica en dos sentidos: desplazando del control del Estado a la clase dominante y, una vez conquistado el poder, dando inicio a la recuperación de sus condiciones de producción. Finalmente, toda forma de violencia llegaría a su fin una vez que los vestigios de las formas de dominación económica del viejo orden burgués sean erradicados totalmente; es decir, cuando se instaure la sociedad comunista. El conjunto de estos aspectos resume el planteamiento de Marx sobre la violencia, veamos cada uno con mayor detenimiento.
La alienación económica puede identificarse con lo que las discusiones sociológicas contemporáneas denominan violencia estructural.1 Se trata de un tipo de violencia que hunde sus raíces en la estructura económica de la sociedad y que consiste en la disociación entre los productores y los medios de producción. Este despojo se inscribe en un proceso histórico de más largo aliento: la acumulación originaria de capital2, el cual comienza con la separación violenta del trabajador con respecto a la tierra, sus productos y el capital, y constituye un paso obligado para el surgimiento de mano de obra libre, ie., dispuesta a venderse a cambio del salario ofrecido por los empleadores capitalistas. La violencia juega así un papel importante al afectar a bienes y personas a partir del cambio en relaciones de propiedad. Ahora bien, esta violencia estructural no se agota en el mero proceso de emergencia del régimen capitalista, antes bien, se mantiene y perpetúa como condición sine qua non de la existencia del capital.
No basta con que las condiciones de trabajo cristalicen en uno de los polos como capital y en el polo contrario como hombres que no tienen nada que vender más que su fuerza de trabajo. Ni basta tampoco con obligar a estos a venderse voluntariamente. En el transcurso de la producción capitalista, se va formando una clase obrera que, a fuerza de educación, de tradición, de costumbre, se somete a las exigencias de este régimen de producción como a las más lógicas leyes naturales. La organización del proceso capitalista de producción ya desarrollado vence todas las resistencias; la existencia constante de una superpoblación relativa mantiene la ley de la oferta y la demanda de trabajo a tono con las necesidades de explotación del capital, y la presión sorda de las condiciones económicas sella el poder de mando del capitalista sobre el obrero. Todavía se emplea, de vez en cuando, la violencia directa, extraeconómica; pero solo en casos excepcionales”.3
El Estado capitalista cumple un rol central dentro del proceso de escisión mencionado a partir de la utilización de mecanismos de coerción como la policía y los tribunales. Una vez operada la separación medios de producción- fuerzas productivas, tales mecanismos cumplen la función de vigilar el orden establecido, y asumen un papel abiertamente represivo frente a las clases subalternas que pretendan perturbarlo. En este sentido, el Estado deviene un instrumento de dominación de la clase burguesa sobre las demás, una “máquina para mantener el dominio de una clase sobre otra” como “la forma bajo la que los individuos de una clase dominante hacen valer sus intereses comunes y en la que se condensa toda la sociedad civil de una época”4. Del Estado emerge así una violencia política, que se ejerce sobre todos aquellos que turban el orden establecido.
Frente a la violencia estatal, el proletariado no tiene más remedio que responder con una dosis igual o superior de violencia. Se trata de una violencia revolucionaria, cuyo sentido último estriba en trastocar radicalmente el orden burgués establecido, reemplazándolo por un orden distinto:
El proletariado se ve obligado a organizarse como clase para luchar contra la burguesía; la revolución le convierte en clase dominante, destruya por la fuerza las relaciones vigentes de producción, con estas hará desaparecer las condiciones que determinan el antagonismo de clases, las clases mismas, y, por tanto su propia dominación como clase.5
Si el Estado es el aparato de dominio de la burguesía, resulta imperativo enfrentarlo, y para ello, es necesario contar con una organización (el partido comunista) capaz de orientar la lucha proletaria contra el Estado burgués. Así pues, a la violencia organizada de la clase dominante, el proletariado tiene que oponer la violencia organizada de su clase, la cual atraviesa por dos fases: una primera, en la que la organización proletaria desarticula los organismos represivos del Estado (ejército, policía, tribunales) en una especie de guerra civil; y una segunda, en la que el proletariado utiliza el aparato estatal para desaparecer los cimientos del orden burgués (en la economía, la sociedad y la política) y crear las condiciones para la configuración de una sociedad sin Estado y sin clases.
Entre el fin de la sociedad capitalista y el comienzo de la sociedad comunista tiene lugar una situación intermedia conocida como la dictadura revolucionaria del proletariado. Tal estadio contempla un ejercicio de violencia política cuyo objetivo preciso es erradicar los vestigios del antiguo régimen. La violencia en este punto tiene un carácter estrictamente transitorio por lo que habrá de desaparecer una vez que su objetivo haya sido cumplido. Llegado este momento desaparecerán todas las formas de violencia existentes: la violencia política, pues no existirán las clases; la violencia económica, pues habrá desaparecido la alienación económica cuando los trabajadores recuperen los medios de producción.
Marx identifica cuatro momentos o manifestaciones de la violencia en la sociedad capitalista, todos inscritos en la dialéctica opresión- liberación. La violencia opresora tendría como expresión inicial el proceso de alienación económica que supone la separación, por la fuerza, entre los trabajadores y los medios de producción. Esta a su vez requeriría un segundo tipo de violencia, la del aparato jurídico-político (Estado), que tiene como funciones fundamentales el control por vía coactiva de los posibles desbordes de las clases subordinadas, o la represión violenta si se hacen efectivos. Por su parte, la violencia liberadora o revolucionaria opera como el medio mediante el cual las clases subordinadas, pueden revertir la situación de despojo económico y dominación ideológica en dos sentidos: desplazando del control del Estado a la clase dominante y, una vez conquistado el poder, dando inicio a la recuperación de sus condiciones de producción. Finalmente, toda forma de violencia llegaría a su fin una vez que los vestigios de las formas de dominación económica del viejo orden burgués sean erradicados totalmente; es decir, cuando se instaure la sociedad comunista. El conjunto de estos aspectos resume el planteamiento de Marx sobre la violencia, veamos cada uno con mayor detenimiento.
La alienación económica puede identificarse con lo que las discusiones sociológicas contemporáneas denominan violencia estructural.1 Se trata de un tipo de violencia que hunde sus raíces en la estructura económica de la sociedad y que consiste en la disociación entre los productores y los medios de producción. Este despojo se inscribe en un proceso histórico de más largo aliento: la acumulación originaria de capital2, el cual comienza con la separación violenta del trabajador con respecto a la tierra, sus productos y el capital, y constituye un paso obligado para el surgimiento de mano de obra libre, ie., dispuesta a venderse a cambio del salario ofrecido por los empleadores capitalistas. La violencia juega así un papel importante al afectar a bienes y personas a partir del cambio en relaciones de propiedad. Ahora bien, esta violencia estructural no se agota en el mero proceso de emergencia del régimen capitalista, antes bien, se mantiene y perpetúa como condición sine qua non de la existencia del capital.
No basta con que las condiciones de trabajo cristalicen en uno de los polos como capital y en el polo contrario como hombres que no tienen nada que vender más que su fuerza de trabajo. Ni basta tampoco con obligar a estos a venderse voluntariamente. En el transcurso de la producción capitalista, se va formando una clase obrera que, a fuerza de educación, de tradición, de costumbre, se somete a las exigencias de este régimen de producción como a las más lógicas leyes naturales. La organización del proceso capitalista de producción ya desarrollado vence todas las resistencias; la existencia constante de una superpoblación relativa mantiene la ley de la oferta y la demanda de trabajo a tono con las necesidades de explotación del capital, y la presión sorda de las condiciones económicas sella el poder de mando del capitalista sobre el obrero. Todavía se emplea, de vez en cuando, la violencia directa, extraeconómica; pero solo en casos excepcionales”.3
El Estado capitalista cumple un rol central dentro del proceso de escisión mencionado a partir de la utilización de mecanismos de coerción como la policía y los tribunales. Una vez operada la separación medios de producción- fuerzas productivas, tales mecanismos cumplen la función de vigilar el orden establecido, y asumen un papel abiertamente represivo frente a las clases subalternas que pretendan perturbarlo. En este sentido, el Estado deviene un instrumento de dominación de la clase burguesa sobre las demás, una “máquina para mantener el dominio de una clase sobre otra” como “la forma bajo la que los individuos de una clase dominante hacen valer sus intereses comunes y en la que se condensa toda la sociedad civil de una época”4. Del Estado emerge así una violencia política, que se ejerce sobre todos aquellos que turban el orden establecido.
Frente a la violencia estatal, el proletariado no tiene más remedio que responder con una dosis igual o superior de violencia. Se trata de una violencia revolucionaria, cuyo sentido último estriba en trastocar radicalmente el orden burgués establecido, reemplazándolo por un orden distinto:
El proletariado se ve obligado a organizarse como clase para luchar contra la burguesía; la revolución le convierte en clase dominante, destruya por la fuerza las relaciones vigentes de producción, con estas hará desaparecer las condiciones que determinan el antagonismo de clases, las clases mismas, y, por tanto su propia dominación como clase.5
Si el Estado es el aparato de dominio de la burguesía, resulta imperativo enfrentarlo, y para ello, es necesario contar con una organización (el partido comunista) capaz de orientar la lucha proletaria contra el Estado burgués. Así pues, a la violencia organizada de la clase dominante, el proletariado tiene que oponer la violencia organizada de su clase, la cual atraviesa por dos fases: una primera, en la que la organización proletaria desarticula los organismos represivos del Estado (ejército, policía, tribunales) en una especie de guerra civil; y una segunda, en la que el proletariado utiliza el aparato estatal para desaparecer los cimientos del orden burgués (en la economía, la sociedad y la política) y crear las condiciones para la configuración de una sociedad sin Estado y sin clases.
Entre el fin de la sociedad capitalista y el comienzo de la sociedad comunista tiene lugar una situación intermedia conocida como la dictadura revolucionaria del proletariado. Tal estadio contempla un ejercicio de violencia política cuyo objetivo preciso es erradicar los vestigios del antiguo régimen. La violencia en este punto tiene un carácter estrictamente transitorio por lo que habrá de desaparecer una vez que su objetivo haya sido cumplido. Llegado este momento desaparecerán todas las formas de violencia existentes: la violencia política, pues no existirán las clases; la violencia económica, pues habrá desaparecido la alienación económica cuando los trabajadores recuperen los medios de producción.