Monday, July 10, 2006

Qué podemos decir de la nación colombiana a comienzos del siglo XXI?



Reflexiones a propósito de la conmemoración del 20 de julio de 1810
Paola Rodríguez*
Ni somos colombianos, ni existimos como nación, solo somos el flujo incesante de fragmentos de retóricas y de flujos de violencias, sobre todo simbólicas: somos una suma mal hecha de muchos fragmentos-relatos del ser nacional.”[1]


Nación y ciencias sociales

Abordar la nación como concepto comprende una tarea delicada en tanto que la palabra nación designa objetos históricos situados en momentos específicos. Así mismo, la nación no es un concepto forjado por los científicos sociales sino por los actores históricos, los usos y las posturas que han contribuido a dotarlo de sentido.
La nación como concepto nos deja entonces frente a una enorme multiplicidad de interpretaciones y abstracciones resultado de formas diferentes de producción de sentido y organización teóricas, pero también de contextos espacio-temporales y condiciones socio-históricas diversas.
El escenario actual y las especificidades de la construcción y desenvolvimiento de la nación colombiana exigen un análisis particular de las condiciones de su comportamiento. Dicho análisis debe iniciarse en un intento de interpretación de la nación que recoja las características del caso colombiano siendo explicativa de la diferencia, la pluralidad y el conflicto, en oposición a los criterios reduccionistas de homogeneidad lingüística y cultural de la nación europea, cuyas bases pluriformes (raza, religión, tradición colonial, diferencia social y proyecto político), dieron sustento a numerosos análisis objetivistas sobre el concepto de nación.
Así mismo, un trabajo hermenéutico debe contextualizar a la nación en la doble vía global-local, como formación social-histórica y cultural que habrá de escindirse del Estado para adquirir un tratamiento conceptual autónomo y desbordar las etnicidades para observarse en su real complejidad.
Finalmente, una interpretación actual sugiere la consideración de un concepto de nación que se aparte de los intereses de validez general, y que, acogiéndose a las particularidades del caso colombiano se formule no como concepto estático sino como proyecto en movimiento dotado de características históricas: memoria y tradición; culturales: símbolos, mitos y representaciones y políticas: pertenencia a una comunidad, respeto de la alteridad y de la vida en común.
La crisis de la nación?
A comienzos del siglo XXI, la nación como forma de agregación social, política y cultural y como idea fuerza ha sido puesta en el centro del debate por numerosos estudiosos de lo social. Fenómenos como la globalización, el crecimiento de las culturas populares y los procesos de descubrimiento de nuevas identidades socioculturales (de género, de edad, de raza, ocupación, etc.) han socavado la equivalencia entre identidad y nación. La globalización ha disminuido el peso de los territorios y los acontecimientos fundadores que telurizaban y esencializaban lo nacional, a la vez que la revalorización de lo local ha redefinido la idea misma de nación.
Vista desde la perspectiva de la cultura-mundo, la nación aparece hoy cargada de lastres estatistas y paternalistas que harían de ésta una idea en declive, y que, en su relación estrecha con el Estado, solo equivaldría a una estructura homogenizante y oficialista marcada por el anacronismo. En este orden, la nación deviene un concepto en crisis como categoría explicativa de las formas de cohesión e identificación social.
Frente a la crisis anunciada, algunos analistas han sugerido la aparición de nuevas categorías pertenecientes al espacio-tiempo de lo postnacional o de un mundo sin nacionalismos y sin naciones. Sin embargo, la erosión definitiva de la nación y aún más la consolidación de un orden postnacional resultan aún inciertos. Pero, ¿cuáles son las características de dicho fenómeno en países en los que la nación comporta un proyecto inacabado?
La nación colombiana
El caso colombiano, como ilustración del anterior cuestionamiento, muestra cómo los intentos de acomodación de los conceptos eurocentristas y etnicistas sobre la nación en las realidades nacionales hacen que ésta aparezca como una construcción anómala, una nación sin nacionalismos.
Tal percepción se ha traducido en afirmaciones como que los colombianos no tenemos identidad, que en Colombia no hay mitos fundacionales y que las identidades que pueden encontrarse responden a constituciones derivadas de las regiones, los partidos políticos, la Iglesia católica y las etnias, antes que a un proyecto nacional ampliado. De la misma forma, han derivado en formulaciones como que la nación colombiana, (en caso que exista), habrá de fenecer frente a las lógicas del mercado y de la cultura global.
No obstante lo anterior, el debate sobre la cuestión nacional en Colombia se halla lejos de su extinción. El agudizamiento y eternización del conflicto armado interno y la multiplicidad de proyectos de sociedad en disputa en el espacio nacional, denotan una identidad colectiva inacabada y en búsqueda de sí misma que imposibilita el cierre de la discusión. Ahora bien, ¿tiene sentido en pleno siglo XXI, en medio del auge de la globalización, insistir en la construcción de un proyecto nacional en Colombia? Y de ser así, qué características debería guardar tal iniciativa?
Bien es sabido que Colombia es un país con una seria orfandad de mitos fundacionales y de combate, donde aquello que nos une como colombianos pareciera no superar los límites de lo iconográfico para trascender a la formulación de un proyecto comunitario. Y es este último factor el que realmente interesa en la construcción nacional pues solo mientras exista la posibilidad de que vislumbremos un futuro juntos, en el cual nos reconozcamos como múltiples y diversos, cobrará sentido la idea misma de la nación colombiana.
Esto por supuesto requiere de una mirada al pasado, esto es, de una reconstrucción incluyente de la historia nacional que de cuenta no solo de las glorias de los varones blancos y mestizos sino también de los hombres y mujeres indígenas y afrodescendientes, los de abajo, los olvidados y los débiles.
Pero de nuevo, basta con una recuperación historiográfica de los mitos nacionales? Autores como Pecaut y Barbero señalan la necesidad de ir más allá del mito fundacional. Lo que le falta al país, dice Pecaut “es un relato nacional que posibilite a los colombianos de todas las clases, razas, etnias y regiones, ubicar sus experiencias cotidianas en una mínima trama compartida de duelos y de logros.”[2] Y en medio de este relato, el reconocimiento de las exclusiones, de las violencias y de las crisis coadyuva en la construcción de una memoria común.
No se trata pues de enarbolar sin más los bastiones del heroísmo y las victorias de algunas facciones y elites sino de recomponer nuestra historia articulando su carácter conflictivo y a veces hasta trágico. Esta es sin duda una tarea que debemos acometer con más ahínco en una nación que no obstante agónica desde sus inicios persiste en llegar a su segundo centenario.

* Politóloga y Profesora del Departamento de Ciencia Política (UNAL). Coordinadora del grupo de investigación Cultura Política, Instituciones y Globalización de la misma universidad. E- mail: gprodriguezm@unal.edu.co

[1] Omar Rincón. “Colombia marca no registrada”, en Varios autores, Cuadernos de nación, «Observatorio de políticas culturales», Ministerio de Cultura, Bogotá, diciembre de 2001.
[2] Daniel Pecaut, en una conferencia sobre el tercer sector pronunciada en Cartagena, citado por Jesús Martín Barbero en su articulo “Colombia: entre la retórica política y el silencio de los guerreros. Políticas culturales de nación en tiempos de globalización”, en Revista Número 31. Disponible en http://www.revistanumero.com/31col.htm

Ethos autoritario y cultura política


Reflexiones sobre la jornada electoral

Oscar Mejía Quintana*
Paola Rodriguez**


Más allá de los resultados electorales de las pasadas elecciones tanto legislativas como presidenciales, es preciso considerar las implicaciones que el triunfo electoral del uribismo ha tenido para la cultura política colombiana. De ahí la necesidad de acercarse brevemente a una caracterización de esta subdisciplina de la ciencia política y desde ella interpretar el fenómeno electoral, para no quedarse solamente ni en la ruidosa celebración de la victoria ni en la digna
exaltación de la derrota y comprender que estamos asistiendo a una reconfiguración de la identidad política colombiana en términos tradicionales y carismáticos y que ello representa, más que una vuelta al pasado, un proyecto autoritario de modernidad y de nación.
La cultura política
La cultura política como subdisciplina constituye una herramienta invaluable para la comprensión de los sistemas políticos y las prácticas, actitudes y representaciones individuales y colectivas ante los mismos. En ese orden de ideas, intenta determinar variables cognitivas, afectivas y evaluativas que den cuenta de los conocimientos, sentimientos y juicios del ciudadano frente al Estado, las instituciones políticas, las formas de participación y en general, frente a las relaciones de poder.
Según Almond y Verba, precursores norteamericanos de este enfoque, pueden determinarse tres tipos de cultura política: cívica, súbdita y parroquial, ya sea que se trate de agentes participantes, pasivos o indiferentes frente a un ordenamiento político determinado. Según esta perspectiva funcional, el único tipo de cultura política rescatable es el primero al descansar en el trípode modernidad-ciudadanía-democracia, propio de los regímenes liberales, mientras que los dos últimos modelos serían característicos de sociedades tradicionales y por tanto defectuosos.
Esta visión es rápidamente desbordada no sólo por el carácter etnocéntrico que denota, en la medida en que tipos diferentes de cultura política no son siquiera “registrados” por el modelo y, poco a poco, diferentes autores incorporan elementos provenientes de la tradición hermenéutica continental (Badie, Eckstein, Inglehart). A partir de entonces, se abandonan las clasificaciones tipológicas basadas en formas hegemónicas de democracia o estabilidad, así como la rigidez metodológica que suponía una total coherencia en las actitudes políticas de los ciudadanos, y se acepta una variación dinámica de las actitudes, comportamientos y estructuras sociales y políticas en el examen tanto de los individuos y de las instituciones como de las manifestaciones colectivas.
A esto se sumará en el caso de América Latina, la reflexión sobre la identidad y la configuración de las significaciones sociales (imaginarios y representaciones) dando como resultado una sugestiva hermenéutica crítica de la cultura política que se atiene a la realidad, diferencias y particularidades de cada país y subcultura específicos.
El (des)encuentro con la modernidad.
Expresión de esta tendencia son sin duda las múltiples caracterizaciones que exploran el perfil de nuestra identidad política desde una óptica situada, sirviéndose sin embargo del bagaje sociológico e interdisciplinario. Los tipos ideales weberianos permitían considerar otras posibilidades: además de la legitimación legal-racional propia de la sociedad moderna, análoga a la cultura cívica funcionalista, una legitimidad tradicional-carismática fundada en el culto de elementos tradicionales (disciplina, orden, seguridad, religión, patria) y la santidad del líder (honesto, intachable, casto, parroquial), como el que representa Uribe, nos acercaban a un perfil más cercano a nuestra idiosincrasia y nuestros imaginarios político-culturales.
Del desencuentro con el liberalismo hasta la modernidad postergada, pasando por una cultura de viñeta, sin identidad ni proyecto democrático, el implacable juicio de la academia siempre puso el énfasis en una sociedad excluyente y una democracia inacabada y restringida que contrastaba con el ideal de una sociedad liberal, moderna y democrática que pareció concretarse con la Constitución del 91.
Pero la modernidad, como lo ha señalado Beriain retomando a Beck, trae consigo no solo un proyecto contramoderno sino llega a implicar, afinando el concepto, un proyecto autoritario de modernidad, bonapartista y excluyente políticamente, socialmente tradicional y conservador y que puede posar incluso de “postmoderno” y global cultural y económicamente. Uribe representa no solo la cara contramoderna de un proyecto moderno jamás consolidado en Colombia, sino además, un proyecto autoritario de modernidad, íntimamente comprometido con una globalización angloamericana y neoliberal.
Proyecto y cultura política autoritarios.
La inercia de un proyecto de nación autoritario como fue el de la Regeneración, el cual apenas fue retocado por el frustrado proyecto liberal de los treinta y finalmente encumbrado por el bipartidismo excluyente que se inaugura con el Frente Nacional, no pudo desmontarse completamente con la nueva constitución política. Las tensiones internas de la Carta política (estado social de derecho vs régimen económico), sus permanentes detractores externos y unas condiciones políticas inestables (guerrilla, paramilitarismo, intervención) terminaron ambientando su lectura autoritaria por parte de Uribe y el uribismo.
El triunfo de Uribe retoma, pues, la inercia autoritaria que ha caracterizado al país desde el triunfo de la Constitución del 86 y que, desafortunadamente, la Constitución del 91, por sus propias contradicciones internas, no logra reencausar hacia horizontes modernos de carácter democrático, tolerante y pluralista. En ese orden, la aplastante victoria electoral permite a las elites colombianas catalizar los sentimientos más arcaicos y tradicionales de nuestro ethos político-cultural, insertándolos en un proyecto de nación que mantiene el carácter excluyente que caracterizó todo nuestro siglo XX, esta vez con un amplio apoyo popular que le permite imponerse de manera hegemónica.
Reelección y cultura política
Frente al panorama descrito resulta imperativo indagar en los patrones de la cultura política colombiana que llevaron al triunfo del uribismo. Estos tienen que ver, en primer lugar, con el enraizamiento de un ethos autoritario en la población colombiana que se refleja en una predisposición defensiva de los votantes a conformarse acríticamente con las normas y mandatos del poder investidos por el sujeto de autoridad. El discurso de Uribe caló entre sus electores como una suerte de ideología capaz de definir el marco cognitivo de su acción, eliminando drásticamente la aleatoriedad de su conducta y reduciendo al mínimo las posibilidades alternativas. La sumisión a la autoridad, el deseo de un líder fuerte, la subordinación del individuo al estado, se deben así a la situación de un electorado que, agotado por las promesas del bipartisimo y minado en su posibilidad de autogestión, encontró en Uribe una respuesta a su incapacidad para dar forma a un tipo de poder político independiente.
Un segundo aspecto a considerar tiene que ver con las particularidades del sistema político colombiano que favorecen el surgimiento y apoyo popular a tendencias autoritarias. Por esta vía, es posible explicar el fenómeno reeleccionista a partir de una extendida frustración social frente al sistema político y las instituciones democráticas, que vio en el candidato- presidente la posibilidad de generar una ruptura con respecto a las dinámicas que le precedieron y operar un cambio profundo en las estructuras políticas. En este orden de ideas, la primera administración de Uribe supuso para muchos el control por parte del Estado de situaciones que se creyeron insolubles gracias a un aumento en la reglamentación formal y en las estructuras de poder sujetas a la política de seguridad democrática. La elección para un segundo periodo es entonces producto del sentimiento de aceptación de los electores frente a un supuesto “nuevo” estado de cosas, patente en cuestiones superficiales como la seguridad en las carreteras o la “microgestión” presidencial en los consejos comunitarios.
Finalmente, el encumbramiento del proyecto uribista puede explicarse en la rigidez y centralización d el poder político en los últimos cuatro años. El hecho de que Uribe tuviera a su alcance todos los instrumentos mediáticos, económicos y burocráticos fue sin duda un factor importante en el momento de garantizar su acceso a un segundo periodo presidencial. A este respecto, la evidente parcialidad de algunos medios de comunicación puso de manifiesto la inequidad de la contienda no solo al contribuir en la fabricación y reforzamiento de la imagen carismática y emprendedora del presidente entre el electorado, no obstante los múltiples episodios de corrupción y desgreño institucional acaecidos en las últimas semanas de campaña; sino fundamentalmente, al reducir al mínimo la visibilidad de los otros candidatos.
De forma paralela a lo descrito hasta aquí, dos fenómenos merecen especial atención en el diagnóstico de la cultura política colombiana que nos proponemos. Estos se hallan relacionados con el ascenso de la izquierda democrática como segunda fuerza política del país, por un lado, y con el mantenimiento de un alto índice de abstencionismo, por el otro.
En el primero de los casos, el apoyo al PDI, muestra por primera vez en la historia política colombiana, el esbozo de un régimen gobierno – oposición aunque las garantías de su ejercicio aún no sean muy claras. Más allá de la tan mentada derrota del bipartidismo, el lugar ocupado por el Polo en las elecciones legislativas y presidenciales denota los primeros visos de una posición alternativa y crítica de las “mayorías” uribistas, que sin duda contribuirá en la conformación de un sistema político más plural e incluyente.
El abstencionismo por su parte, constituye un rasgo endémico de nuestra cultura política que deja serias dudas acerca del apoyo mayoritario a la actual administración, pero que además genera un fuerte interrogante alrededor de las posibilidades de consolidación de una cultura democrática. Esta se ve amenazada no solo por los proyectos autoritarios provenientes de dentro y fuera de la institucionalidad, sino fundamentalmente, por la apatía y la marginalidad de la participación de los colombianos. No puede pedirse transparencia a la gestión estatal ni imparcialidad a los medios de comunicación cuando la conformación de un foro público atañe no a la ciudadanía sino a quienes detentan el poder.
Podemos concluir, parafraseando a Adorno, que un régimen autoritario solo puede fructificar si un terreno fertilizado por el miedo y la inseguridad de los individuos lo sustenta. Falta comprobar si en Colombia, como en la Alemania nazi analizada por Adorno, nos encontramos en una situación histórica en la que, frente a la urgencia de la población por salir de la angustia y la contingencia, insistimos en aceptar el autoritarismo como única vía posible.
* Profesor Titular, Departamento de Ciencia Política, Director del Centro de Investigaciones, UNIJUS, de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales. Líder del Grupo de Investigación Cultura Política, Instituciones y Globalización.
** Politóloga (UNC), profesora ocasional del Departamento de Ciencia Política. Coordinadora del Grupo de Investigación Cultura Política, Instituciones y Globalización.

Monday, July 03, 2006

Quiénes somos?

El grupo Cultura Política, Instituciones y Globalización, actualmente registrado en Colciencias, se creó en enero de 2003 vinculando a estudiantes y profesores de las carreras de Ciencia Política y Derecho de la Universidad Nacional. Desde entonces ha resultado favorecido en las Convocatorias de la DIB en el año 2003 con el proyecto Modelo de Poder Constituyentes adecuado al ethos colombiano; y del semillero de investigadores del UNIJUS en el año 2004 con el proyecto Cultura Política, Ciudadanía y Democracia en América Latina. Además, ha trabajado conjuntamente con los grupos THESEUS y TEORIA POLITICA CONTEMPORANEA, del Departamento de Ciencia Política de la UNAL, reconocidos por Colciencias. Actualmente vincula a 3 profesores del Departamento de Ciencia Política, todos ellos con postgrado (2 doctores y un magíster), 5 estudiantes de pregrado de las carreras de Ciencia Política, Derecho y Sociología, 3 estudiantes de las maestrías de Filosofía y Sociología, y 3 egresados de la Carrera de Ciencia Política. Aspira ser un grupo reconocido en la próxima convocatoria de Colciencias.

Dentro de sus líneas de investigación están:
• Cultura Política, Ciudadanía y Democracia
• Filosofía Política y Moral: Teorías de la Justicia
• Globalización y transformación institucional.

Nuestras publicaciones

Entre nuestras más recientes publicaciones se encuentran:

CULTURA POLITICA Y FILOSOFIA
Cinco ensayos monográficos
Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales
Unidad de Investigaciones Socio- Jurídicas UNIJUS
Bogotá- 2006

INDICE

Nota preliminar

INTRODUCCIÓN
Gina Paola Rodríguez

AUTOPROPIEDAD, JUSTICIA Y LIBERTAD
Consideraciones críticas en torno a la obra de Robert Nozick.
Gina Paola Rodríguez

NOTAS SOBRE LAS MARGENES Y PROYECCIONES POLITICAS DEL SUJETO EN FOUCAULT, DELEUZE Y GUATTARI
Farid Abud Hoyos

ANALISIS CRÍTICO DE LA DESOBEDIENCIA CIVIL
Un estado del arte
Andrés Fabián Henao

FILOSOFIA Y VIOLENCIA
Dos miradas al fenómeno terrorista
Gina Paola Rodríguez

ELEMENTOS DE LAS VIOLENCIAS PARA COMPRENDER LA VIOLENCIA.
El contexto del bandolerismo colombiano (1957-1965)
Nataly Rodríguez Sánchez


ESTADO, NACION Y GLOBALIZACION
REFLEXIONES SOBRE LA CULTURA POLÍTICA LATINOAMERICANA
Universidad Nacional de ColombiaFacultad de Derecho, Ciencias Políticas y SocialesUnidad de Investigaciones Socio- Jurídicas UNIJUSBogotá- 2006


INTRODUCCIÓN
Oscar Mejía Quintana

EL CAMPO DE ESTUDIO DE LA CULTURA POLITICA
Andrés Fabián Henao

LOS ESTUDIOS SOBRE LA CULTURA POLITICA EN AMERICA LATINA
Gina Paola Rodríguez

UNA APROXIMACIÓN A LA GLOBALIZACIÓN COMO SISTEMA
Farid Abud Hoyos

SOBRE EL CONCEPTO DE ESTADO: EL DEBATE CONTEMPORÁNEO
Andrés Fabián Henao
Nathaly Rodríguez


TRANSFORMACIONES CONTEMPORÁNEAS EN EL ESTADO COLOMBIANO
Acerca del desencuentro entre las condiciones endógenas y las exigencias exógenas.
Andrés Fabián Henao
Nathaly Rodríguez

LA AMBIVALENCIA DEL CONCEPTO MODERNO DE NACIÓN:
¿DE LA NACIÓN HOMOGENEA A LA NACIÓN PLURAL?
María del Pilar Bernal

HACIA UNA INTERPRETACION DE LA NACION Y DE LA IDENTIDAD NACIONAL EN COLOMBIA A COMIENZOS DEL SIGLO XXI
Gina Paola Rodríguez


GINA PAOLA RODRIGUEZ .“Hacia una interpretación de la nación y de la identidad nacional en Colombia a comienzos del siglo XXI”, Serie Investigaciones en Construcción N 8. Publicación del Instituto de Investigaciones Socio- Juridicas UNIJUS, Universidad Nacional de Colombia, 2005.

GINA PAOLA RODRIGUEZ (Editora). MEJIA QUINTANA OSCAR, et al. “Poder Constituyente, Conflicto y Constitución en Colombia”. Universidad de los Andes. Facultad de Derecho, CIJUS; Bogotá, 2005.

MEJIA QUINTANA OSCAR y GINA PAOLA RODRIGUEZ. “Elites, Conflicto y Narcotráfico en Colombia”, en UN Periódico Nº 76, Junio 12 de 2005.

GRUPO DE INVESTIGACION CULTURA POLITICA Y PODER CONSTITUYENTE. “Cultura Política, Ciudadanía y Democracia”, en Cuadernos de Ciencia Política. Departamento de Ciencia Política Universidad Nacional. Año 2 Nº 3 Bogotá, Junio de 2005.

GRUPO DE INVESTIGACION CULTURA POLITICA Y PODER CONSTITUYENTE. . “Elites, eticidades y constitución. Cultura Política y Poder Constituyente en Colombia”, en Cuadernos de Ciencia Política. Departamento de Ciencia Política Universidad Nacional. Año 1 Nº 2 Bogotá, Noviembre de 2004.

GRUPO DE INVESTIGACION CULTURA POLITICA Y PODER CONSTITUYENTE. “La Ciencia Política: Historia, Enfoques y Proyecciones, en Cuadernos de Ciencia Política. Departamento de Ciencia Política Universidad Nacional. Año 1 Nº 1 Bogotá, Marzo de 2004