Friday, October 05, 2007

Algunas reflexiones sobre la videopolitica



La relación entre política y medios de comunicación es un tema ampliamente tratado en el campo de las ciencias sociales durante los últimos 70 años. La interacción entre ambas variables así como los efectos de los mass- media en la configuración de la democracia han sido objeto de numerosos estudios dada la relevancia de los medios en la transmisión de ideologías, la visibilización de actores políticos y la configuración de la opinión pública.

Ya en 1947 Theodor Adorno y Max Horkheimer propusieron el concepto de industria cultural para referirse a “la institución que difunde y organiza la ideología necesaria para la permanencia del resto de estructuras económicas y socio políticas”. (Adorno y Horkheimer: 1971). En clave crítica, los teóricos de la Escuela de Frankfurt se ocuparon del fenómeno institucional que exige unas prácticas culturales y de consumo que, por un lado, multipliquen el beneficio económico; pero por otro, permitan la ampliación de las nuevas condiciones de difusión de la cultura que podrían dar lugar a una democratización y descentralización de la vida cultural.

La investigación sobre la producción cultural como actividad empresarial condujo a Adorno al estudio de los medios de comunicación masiva y sus efectos sobre la sociedad de masas Así, el autor se adentró en la imbricación de la puesta en discurso y la puesta en escena indispensables para el paso a los medios, y en estos últimos como dispositivos capaces de efectuar una mitologización sin precedentes dado su alto volumen de transmisión de mensajes y contenidos, pero sobretodo, dadas sus facultades de persuasión, propaganda y subjetivación profundas. Tales efectos suponen una amplia influenciabilidad psicológica sobre las audiencias capaz de reflejarse en controles sociales colectivos de carácter inconsciente e informal y en la orientación cultural de las artes y la estética. De esta manera, la sociedad de masas y su ideología justificadora: la cultura generada por los mensajes artificialmente construidos por los medios de comunicación, resultan ser, según Adorno, la estrategia primordial e imprescindible para disolver la conciencia crítica colectiva y consolidar un orden mitológico de comprensión de la realidad.

En este orden de ideas, los niveles de intervención en los procesos de creación libre y espontánea de la cultura ejercidos por las industrias culturales fragmentan la renovación de los medios y las posibilidades de expresión estableciendo las lógicas de la producción, la comercialización y la difusión. El arte deviene en mercancía generalizando un modelo de consumo cultural dependiente de los intereses hegemónicos de circulación. A su vez, la Pseudocultura, en cuanto desvirtuación y debilitamiento de la educación y la cultura originales, manipula la psique ciudadana dando como resultado la formación de una cosmovisión colectiva en la que la personalidad autoritaria- caracterizada por la sumisión a los poderosos y la humillación y crueldad hacia los débiles- aparece como propia del ciudadano promedio. (Horkheimer:1967).
También la Escuela de Birmingham puso de manifiesto la importancia de la televisión y los medios de comunicación de masas en la comprensión y desenvolvimiento de la política, aunque dando un giro de tuerca al papel asignado a las audiencias por parte de los teóricos frankfurtianos. Se articula entonces el concepto de audiencia activa a nivel de grupos para denotar las estrategias de interpretación discursiva con que cada subgrupo (jóvenes, pandilleros, homosexuales, etc.) establece sus mecanismos de construcción de la realidad. La posibilidad de codificación y descodificación de los mensajes emitidos por los medios por parte de las audiencias dispersas en grupos, introduce en apariencia un planteamiento pluralista más esperanzador que el criticismo de la dialéctica marxista, pero suaviza los efectos de la Sociedad de Consumo y sus productos sobre la formación ciudadana.
Por otra parte, a partir de su concentración en las esferas de la cotidianidad (la familia, la televisión, el ocio), los teóricos de Birmingham renuncian a una visión holística de la sociedad quedando presos de la lógica mediática. Para esta corriente, la cotidianidad se expresa como una rutina conformada por la aceptación profunda de las consignas y normas del neocapitalismo. Asi las cosas, el ciudadano se identifica como receptor- consumidor que interioriza los esquemas cognitivos, las actitudes y actividades propuestos por la sociedad globalizada. Con ello, el modelo de sociedad queda reducido dentro de los estrechos márgenes de la industria mediática, y de este modo, se van a establecer unas modificaciones paradójicas: se pasará de ciudadanos a audiencias y de productores a consumidores. (Muñoz: 2005 b, 215).
En el campo político la repercusión inmediata es la sustitución de la realidad por la democracia semiótica. Un virtualismo basado en el pluralismo soberano de los consumidores. “La audiencia se identifica con el “ciudadano autónomo” capaz de convertirse en árbitro de las decisiones cívicas. El poder de la audiencia dará lugar incluso a una mutación de los conceptos de cultura cívica y de democracia participativa.” (Muñoz: 2005 b, 215). En suma, las investigaciones contemporáneas de Birmingham equiparan la construcción social de la realidad con la construcción mediática de la vida social. Frente a la Teoría Crítica, la ideología apenas es considerada como formación de la opinión pública por estos autores, en la medida en que su énfasis en lo cotidiano los deslinda de los procesos organizativos e institucionales. De allí que la despolitización sea la marca generalizada de estos estudios, misma que sea proyectada sobre los receptores que parecen quedar reducidos a espectadores inactivos e inmóviles frente a la impronta política de los mass- media. De esta suerte, “el interés por reducir al subjetivismo al ciudadano de las sociedades post- industriales, reemplaza los contextos sociales por un mundo de la vida entendido como una audiencia fragmentada y aislada socialmente.” (Muñoz: 2005 b, 220).
Las discusiones de Frankfurt y Birmingham hacen parte de un enorme espectro de discusiones acerca de la relación medios- política. En los últimos años, la globalización y la emergencia de nuevas tecnologías como el Internet han traído consigo un revival de la cuestión dando lugar a un debate entre quienes ven en la televisión y los mass-media un potencial creador y emancipatorio para la política y aquellos que, por el contrario, ven en estos el sepulturero de la democracia. El siguiente trabajo busca enunciar las líneas generales de esta disputa a partir de la contraposición de dos lecturas: por un lado la tesis de la sociedad transparente de Gianni Vattimo y por otro, la crítica de la videopolítica de Giovanni Sartori. El planteamiento de ambos autores se empleará para analizar en general, las transformaciones de la política en relación con las nuevas tecnologías de la comunicación y en particular, el papel desempeñado por los partidos políticos en esta coyuntura.
Se propone como hipótesis de trabajo que los partidos políticos atraviesan por una profunda transformación en sus modos y estructuras más como resultado de la mutación en las relaciones entre gobernantes y gobernados, que sin duda se ven afectadas por las nuevas tecnologías de comunicación, que como consecuencia de una crisis general del sistema representativo. En este último sentido, los partidos se debaten entre la transparencia exigida por una opinión pública ideal y la evanescencia inmanente a la velocidad y futilidad de los medios de comunicación. En un mundo en el que las imágenes desplazan a los discursos y los personajes a los partidos, el papel de estos últimos es seriamente replanteado.