Wednesday, August 23, 2006

Uribe y su relación con la sociedad civil: Neopopulismo y Estado comunitario

Gina Paola Rodriguez.

Tras las transiciones a la democracia en los años 80, los países de América Latina han sufrido procesos como la implementación de reformas de ajuste estructural y demás medidas de corte neoliberal en economía, y la aparición de gobiernos que se presentan como opuestos a los partidos tradicionales y que buscan el establecimiento de un tipo de democracia refrendataria y directa en política. Tal fenómeno ha sido definido por numerosos analistas como neopopulismo e identificado con regímenes como el Fujimorismo en Perú y el Nemenismo en Argentina[1]. El común denominador a dichas experiencias es un tipo particular de liderazgo político que, a grandes rasgos, se caracteriza por tres elementos:un discurso crítico hacia las élites establecidas; el uso de técnicas avanzadas de ingeniería política (encuestas, focus group, etc.); la preponderancia de una mediación entre líder y masas a través de los medios de comunicación de masas (preferentemente, la televisión).
Adicionalmente, el neopopulismo opera una desarticulación de las relaciones entre partidos políticos y ciudadanía, abriendo un espacio para la generación de nuevos tipos de liderazgo (los outsiders). Aunque existen experiencias muy variadas a lo largo de América Latina, es posible identificar algunas características generales.
En primer lugar, una tendencia de los líderes a responsabilizar de los problemas sociales a la mala gestión de las elites establecidas en el poder y el empleo de figuras dicotómicas del tipo amigo/enemigo (como, por ejemplo, pueblo versus elite, pobre versus rico o indio versus blanco). Segundo, la valoración del emprendimiento personal sobre las formas de organización colectiva, evento que facilita una relación sin mediación entre el líder y las masas y hace prescindible el apoyo partidario. Por último, un incremento insospechado de relación mediática propia del populismo clásico, pero que recurre ahora a nuevas técnicas de marketing y de teatralización, de modo que el liderazgo personal carismático y los mensajes televisivos adquieren una mayor trascendencia[2].
En Colombia la transición al modelo neoliberal tiene lugar en el Gobierno de Cesar Gaviria, cuando en materia económica se abren paso el libre movimiento de capitales, la apertura económica, el desmonte de las funciones socioeconómicas del Estado y la obsesión por el equilibrio fiscal, y en política tienen lugar la extinción de las instancias de intermediación entre el Estado y la sociedad civil, en aras de una democracia directa llamada a moralizar el ejercicio de la política. Sin embargo, la aparición de rasgos de corte neopopulista en la cultura política es un fenómeno más claramente visible en tiempos de Uribe Vélez. Tal es la tesis sostenida por autores como Cristina de la Torre para quien:
“Uribe representa con singular fidelidad la más reciente tendencia del populismo latinoamericano. Modalidad que se afirma, por un lado, sobre la democracia refrendataria, en cuyo auxilio acude el poder de los medios de información. La inclinación plebiscitaria de esta democracia participativa y directa se advierte en el referendo de 2003, en los consejos comunales de gobierno que el presidente encabeza cada semana y en la campaña por la reelección.”[3]
Según la misma autora,
“ … el neopopulismo adopta un modelo económico que, a diferencia del populismo redistributivo clásico, desindustrializa y concentra el ingreso cada día más, (…) mientras que en política, desdeña las instituciones de la democracia contemporánea, presume de antipolítico y busca nuevos escenarios de participación y decisión (…). Como gobierno «de opinión», el neopopulismo amasa su caudal electoral en la crítica del Estado social, de las fuerzas organizadas de la sociedad, de los órganos de representación popular y de la clase política. Los partidos se ven desplazados por liderazgos fabricados en los medios de comunicación. Por caudillos providenciales, sin ideología, manufacturados cuidadosamente por el marketing mediático, que crea la ilusión de una relación más directa y diáfana con la ciudadanía. Es la hora de las cruzadas moralizantes contra la corrupción y la politiquería, novel formato de la campaña de las elites tradicionales contra el clientelismo.”[4]
Uribe parece reunir las condiciones descritas por Torres: apelación constante a la autoridad como respuesta a la crisis, carácter arbitario, parcial y excluyente de sus políticas, recurrencia a métodos plebiscitarios (referendo), definición de la política en términos amigo- enemigo, supresión de derechos y libertades constitucionales por razones “excepcionales” (estatuto antiterrorista), etc. En general, la política de gobierno se presenta como un instrumento que busca superar la ‘forma incorrecta’ de hacer política por medio de la implementación de la ‘forma correcta’ de ejercerla. El gobierno se autosimboliza como el ‘padre educador’ que busca inculcar en el pueblo y sus dirigentes la ‘forma virtuosa’ de hacer política. Con ello se afianzan en la cultura política colombiana sus sesgos premodernos y de allí que expresamente defienda, como núcleo básico, un espectro de valores tradicionales (en gran parte de origen antioqueño) con el que se quiere que se identifique la “nación”, esa que nunca ha logrado consolidarse en nuestro país.

Pero más significativo que lo anterior es la identificación que se busca entre Estado y sociedad cuya separación fue una conquista de la modernidad. Los consejos comunitarios, y demás actos de microgestión presidencial desmontan el papel y valor de las instituciones encargadas de mediar entre el Estado y las comunidades, manipulando y concentrando el poder y haciendo inminente la tentación autoritaria. Esta última adquiere forma no solo en la política de seguridad democrática sino también en iniciativas conservadoras que persiguen el cierre y privatización del sistema político y los canales de participación y defensa ciudadanas tales como la reforma de la justicia, que solo busca una supeditación de los poderes públicos al ejecutivo y una supresión de los derechos sociales y económicos de la población.
La apelación constante a la patria es solo una señal del parentesco entre el neopopulismo de Uribe y un republicanismo cívico que exalta el valor de la comunidad política aun por encima de los derechos individuales. El paso a seguir en este lenguaje es la encarnación del interés comunitario en la figura del líder político cuyo carisma e impacto mediáticos suplantan a las ideas y programas. El neopopulismo se aparta así de las instancias mediadoras del constitucionalismo liberal y de los órganos de representación popular y deviene abanderado de las luchas contra la corrupción y la politiquería proponiendo un desmonte del Estado social.
La consecuencia no es mas que una concentración y personalización del poder político, producto del debilitamiento de las instituciones de la democracia representativa y la subordinación del poder judicial, cuyo correlato en el sistema económico es una reconcentración del ingreso auspiciada por la perdida de dinamismo del Estado en aras de la participación directa de la ciudadanía en el control de las políticas públicas.

El estado comunitario, esa relación tête a tête entre caudillo y pueblo, va más allá del contacto directo con las gentes para hacerse efectivo en el recurso intensivo a los medios masivos de comunicación. La transmisión de la jornada de trabajo presidencial en las más diversas latitudes de la nación emula un reality en el que se muestra el lado trabajador, incansable y justiciero del jefe del ejecutivo, nada más cercano a las preferencias de un pueblo farandulero que gusta de ver a sus dirigentes por la misma pantalla que a sus protagonistas de telenovela.

[1] Un excelente artículo sobre el caso argentino es el de Marcos Novaro titulado “Crisis de representación, neopopulismo y consolidación democrática” publicado en la Revista Sociedad de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Una versión electrónica puede consultarse en http://www.politica.com.ar/Filosofia_politica/Nuevos%20Filopol/novaro_rep_pilotos.html
[2] Para un mayor analisis del fenómeno neopopulista véanse: Kurt Weyland Neopopulism and Neoliberalism in Latin America: Unexpected Affinities. Studies in Comparative International Development, 1996; Jolle Demers (Ed.): Miraculous Metamorphoses: The neoliberalization of Latin American Populism. New York, ZED 2001 y Nikolaus Werz. Populismus. Populisten in Übersee und Europa. Opladen, Leske Budrich, 2003.

[3] DE LA TORRE, Cristina. “Álvaro Uribe: Neopopulista”, en Revista Número Vol. 44. Versión electrónica disponible en: http://www.revistanumero.com/44/uribe.htm. Consultar de la misma autora, Uribe o el neopopulismo en Colombia, Bogotá: Editorial Carreta, 2005.


[4] Ibíd..,